Días 19 y 20: Shanghai – Madrid
Visita del Templo Jiang´an de Shangai:
Nos levantamos con mucha pena aquel día. Era ya nuestro último día de viaje, y a pesar de que Shanghai nos estaba gustando bastante sólo nos quedaba un día para visitarla. Tras el desayuno de rigor en la pastelería que hay junto al hotel, nos dirigimos al metro para trasladarnos hasta el Templo budista de Jing’an (静安寺). Se supone que el más antiguo de toda la ciudad, aunque poco o nada debe quedar de lo que era el templo en origen. Hoy está enclavado en una calle comercial de Shanghai, rodeada de altos edificios. La supuesta espiritualidad del lugar, y austeridad budista, se ven muy perjudicada a la vista de los imponentes cochazos que para sonrojo tienen aparcados los monjes en la misma plaza del templo. Parece que el alto precio de la entrada (50 ¥), y las donaciones que hacen los fieles, dan para mucho.
En el interior del templo hay un buda sentado de 3,8 metros de alto. Del exterior destaca la enorme campana de bronce. El conjunto es bonito, pero la visita nos resulta prescindible.
Mercado de las imitaciones de Shangai:
De vuelta al metro, ponemos rumbo a la estación del Museo de Ciencia y Tecnología de Shanghai, donde está ubicado el famoso mercado de imitaciones de Shanghai.
En los propios sótanos del metro hay abierto un centro comercial con puestos donde se vende imitaciones de ropa, calzado, relojes y algo de electrónica. Está claro que aquello debió vivir tiempos mejores, pues apenas hay turista comprando. La calidad de las imitaciones es regular, y el precio que piden de inicio por ellas se acerca al del producto oficial.
Para salir bien parado hay que regatear de forma agresiva y sin ningún reparo. Los vendedores están muy acostumbrados, y utilizan las técnicas propias de este tipo de negocios: se indignan por las contraofertas, se encaran y te recriminan que el precio del original es muy superior, se hacen los dignos, y todo hasta que, siempre que obtenga beneficio y vean que no pueden estirar más la puja, deciden dar su brazo a torcer y aceptan aquella oferta que en un principio tanto les ofendía. Al final no deja de ser un juego con el que no todo el mundo disfruta.
Nosotros tenemos que reconocer que lo pasamos bien regateando. Al final, el par de UGC son 120 ¥, los bolsos de Michael Kors 140 ¥ y las imitaciones de relojes 185 ¥.
Comiendo los mejores Dumplings de Shangai.
Acabamos exhausto de tanto regatear, así que ponemos rumbo de vuelta al hotel, no sin antes hacer una parada en el camino para comer. La elección no puede ser mejor aquel día. Comimos en el Yang´s Fried, los que hasta la fecha son, sin lugar a dudas, los mejores Dumplings que hemos comido en la vida.
Ferri para cruzar el rio Huangpu de Shangai hasta Pudong.
Tras descansar en el hotel y dejar preparadas las maletas, nos dispusimos a cumplir con la promesa que el día anterior le habíamos hecho a Martina, así que salimos en dirección a Pudong, con la intención de subir a la Perla de Oriente. Decidimos que la mejor forma de hacer el trayecto es ir andando por el Bund, para contemplar los rascacielos al atardecer, y tomar luego un ferri (2 ¥) para cruzar el rio Huangpu hasta Pudong (Linea Dongjin). El paseo en barco resulta tan agradable, como económico.
Subiendo a la Torre de Shangai (Shagai Tower), el segundo edificio más alto del mundo.
Desde el muelle hasta la Torre de Televisión hay un agradable paseo de unos 20 minutos, que discurre entre los rascacielos y centros comerciales del distrito financiero de la ciudad. La pobre Martina está ansiosa por subir a la segunda esfera, pero al ver que la entrada cuesta lo mismo que para la Torre de Shanghai (180 ¥), decidimos ir a visitar esta última, pues al fin y al cabo, estamos hablando del segundo edificio más alto del mundo (632 metros y 128 pisos), sólo superado por el Burj Khalifa de Dubai, y con el que hasta la fecha es el mirador más alto de la tierra, y el ascensor más rápido. Además, desde allí arriba si se ve la Perla de Oriente.
Tuvimos que inventarnos que la Torre de la TV estaba cerrada aquel día, y que la patrulla canina se había marcho de operación especial fuera de la ciudad. Pobre hija nuestra, algún día se vengará de nosotros.
Las vistas circulares desde el mirador de la planta 118 de la Torre de Shanghai son espectaculares. Una pena que llegamos ya cuando es de noche, pues ver el atardecer desde allí arriba tiene que ser sublime. El edificio es tan alto que, a pesar de sufrir de vértigos, no nos da ninguna sensación. Es más como sobrevolar la ciudad en avión.
Desde lo más alto de la Torre de Shangai uno se da cuenta de lo pequeños que son los otros rascacielos que hay a su alrededor, cosa que desde el Bund no es tan evidente a consecuencia del efecto visual que produce el hecho de que los edificios más cercanos a la orilla, como la torre de la TV se ven mucho más altos desde el Bund de lo que realmente son. Pasamos un buen rato disfrutando de las vistas.
Cenamos en el recomendado en las guías restaurante Mexicano Taco Bell que esta junto a la parda de metro de Lujiazui. Es un restaurante rápido que gustará a aquellos que no quieras gastar demasiado dinero, y esten ya cansados de la comida China. Nosotros sin duda, de haber podido, hubiéramos vuelto al Yang´s Fried para despedirnos de la ciudad devorando sus fantásticos Dumplings.
De vuelta ya al Bund, nada mejor que despedirnos de la ciudad sentados en el paseo marítimo viendo el skyline, hasta que a las 23:00 horas apagan las luces, y no tenemos más remedio que volver al hotel para dormir, antes de madrugar para coger el metro hasta el aeropuerto. Nuestro vuelo partía a las 09:20 con destino a Madrid, previa escala Helsinki.
Nos despistamos devolviendo la tarjeta Octopus e intentando deshacernos de nuestro último Yuanes, tanto se nos fue la hora, que acabamos subiendo al avión en última llamada, y gracias a que nos localiza a tiempo un empleado de Finair con el cartel de Last Call. Por poco, de la forma más tonta inimaginable no perdemos el avión. Menudo susto.
Terminaba así nuestro último gran viaje en Familia. China y Filipinas nos habían sorprendido mucho más de los esperado. Tanto, que a pesar de que no nos gusta repetir, no descartamos para nada, volver a visitar ambos países que ofrecen sin duda, muchos otros lugares distintos a que visitamos, que bien merecen ser conocidos en el futuro.
Ahora toca regresar a casa, saborear lo vivido, y preparar el próximo destino. Para el consuelo nos queda pensar que, en algo menos de un año, volveremos a emprender los tres juntos una nueva aventura.