Ultimo día en Dhiffushi, speedboat a Male y vuelo a Madrid

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Día 18 y 19: Dhiffushi – Male – Madrid

Era nuestro último día en Dhiffushi, y aunque tarde, por fin parecía que íbamos a tener un día soleado.
 
Nuestro vuelo salía de Male a las 20:30 así que para un día que hacía bueno decidimos, junto con otras dos parejas españolas y una italiana, que también tenían sus vuelos por la noche, contratar un speedboat para las 16:30 con el Bibee Maldives Guest House. Al ser 8 pasajeros, el precio fue de 25 USD/PP, lo que estaba realmente bien.
 
La otra opción hubiera sido tomar el Ferry Local que sale de Dhiffushi a las 6:30 de la madrugada, o el speedboat local, a las 7:30, pero en ambos casos hubiéramos tenido que renunciar a aprovechar el día en la playa.
Viajar a Maldivas barato. Isla local de DhiffushiViajar a Maldivas barato. Isla local de Dhiffushi

Para aprovechar el día al máximo, decidimos madrugar aquel día. La noche anterior, contratamos en nuestro hotel una excursión para hacer snorkel para las 9:00 de la mañana. Ya que no habíamos podido hacer el bautismo de buceo, no podíamos despedirnos de Maldivas sin al menos hacer un buen snorkel.

Hasta entonces, nos dedicamos a dejar las maletas preparadas, y desayunar tranquilamente en el restaurante del hotel, despidiéndonos del riquísimo Mashuni, el plato típico del desayuno maldivo, una especia de ensalada a base a atún, cebolla, coco y chile, acompañado de un pan tipo roti de acompañamiento. El toque dulce del coco liga a la perfección con el atún. Una mezcla fantástica.

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Excursión en barca para hacer esnorquel desde Dhiffushi

Como habíamos acordado, a las 8:45 ya estábamos los tres con nuestros bañadores puestos esperando a que vinieran a recogernos para hacer la excursión de snorkel. Cual fue nuestra sorpresa cuando en recepción nos informan que la barca del hotel ha salido con otros huéspedes a hacer la excursión del sandbank, y que sintiéndolo mucho teníamos que esperar en torno a dos horas para que volviera y poder iniciar nuestra excursión. El cabreo que nos cogimos fue morrocotudo. Habíamos reservado la excursión un día antes, y habíamos madrugado para estirar la mañana al máximo. Tal fue el enfado que no tuvieron más remedio que llamar al Bibee Maldivas Guest House, para que nos llevaran ellos de excursión.

La verdad es que la jugada nos salió estupenda, pues aunque compartimos la barca con otra pareja checa que se alojaba en la Guest House, los chicos del Bibee se portaron fenomenal con nosotros, y lo que en principio era una excursión de 2 horas, se transformó en 3 horas y media, y encima nos salió más barata que en nuestro hotel (25 USD/PP frente a 30 USD/PP).

Superado el sofocón inicial, salimos en la barca en dirección a un jardín de coral que tienen señalizado a quince minutos al oeste de la isla. Una vez en el agua, lo que se ve debajo del mar es realmente impresionante. Un jardín de coral lleno de peces de colores multitud de tipos y tamaños. Algunos nadan solos, y otros lo hacen en bancos de peces, alguno con más de 50 ejemplares que al acercarnos se repliegan al unísono. Como íbamos con Martina tuvimos que turnarnos para hacer las inmersiones.

Uno de los chicos del Bibee se desvivió por acompañarnos uno a uno en busca de tortugas marinas. La pareja Checa vió cuatro ejemplares, incluso llegaron a tocar una. Nosotros vimos una tortuga a menos de un palmo de su cara, y un manta raya. La verdad es que la experiencia no puede ser mejor, es cierto que los corales nos parecieron mucho mejores, y más coloridos, en Sulawesi (Indonesia), pero la vida marina que hay aquí es inigualable en cuanto a variedad y cantidad.

Exhaustos de nadar, volvimos de vuelta a la playa de Dhiffushi donde pasamos el resto del día, hasta que a las 14:00 decidimos acércanos a comer algo al Restaurante Faruma.

Speedboat desde Dhiffhussi hasta Male y vuelo a Madrid

Tras la comida, vuelta al hotel, para ducharnos, cerrar las maletas, y salir en busca de nuestros compañeros de Speedboat. El viaje hasta Male esta vez resulta mucho más placentero que cuando vinimos desde Male. Ya en el aeropuerto, gastamos las últimas Rufiyaas que nos quedaban, antes de caer rendidos en al asiento del avión. Había sido un día de playa agotador. 

 
El vuelo de vuelta, aunque algo más largo, por aquello de ir en sentido contrario a la rotación de la tierra, y más pesado, pues suponía la vuelta a la rutina, se nos hizo a pesar de todo llevadero.
 
Habíamos pasado unas estupendas vacaciones en familia.
 
Volvimos con la sensación de que esta vez sí, Martina había sido mucho más consciente del viaje y, a su manera, lo había disfrutado casi tanto, como nosotros con ella.
 

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