Día 13: Male – Dhiffushi. Paseo por Male y traslado a Dhiffushi
Conociendo la capital de Maldivas. Qué ver en Male.
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La playa artificial de Male:
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Mercados de pescado, fruta y verdura de Male
Continuamos nuestro camino por el paseo marítimo con dirección al mercado de pescado, no sin antes parar a tomar un café. Antes de entrar al famoso mercado de pescado, dimos una vuelta por el mercado de fruta y verdura que hay enfrente. Compramos unos cuantos plátanos para Martina, y un dulce a base de azúcar y coco que venden enrollados como puros. Nos ofrecieron también una especia de mojama de atún muy buena, pero no la compramos, porque a pesar del regateo nos pareció excesivamente cara.
De la fruta pasamos al mercado de pescado, que más bien debería llamar, mercado del atún, pues sólo venden este pescado, eso sí, en cantidad, y de múltiples tamaños y calidades. No en vano, Maldivas es uno de los mayores productores de atún del mundo, y gran parte del atún que se consume en conserva proviene de allí. Eso sí, no entiendo como tenido otros buenos pescados y mariscos, sólo venden y consumen casi en exclusiva atún. Es interesante ver como negocian el precio del atún, y como lo pelan y diseccionan, separándolo después según el uso que se vaya a dar.
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La gran Mezquita de los viernes de Male:
Proseguimos nuestro paseo hasta la cercana Gran Mezquita de los viernes. Una pena que esté cerrada y con obras en su exterior. El jardín que la rodea, el Sultan Park, esta también cerrado y en obras.
Traslado desde Male a la Isla de Dhiffishi. Ferri Local o Speedboat
Con la visita de la Mezquita damos por terminado el paseo, y volvemos al hotel a recoger las maletas y tomar un taxi hasta el muelle de Villingili, en el sur oeste de la ciudad.
La sorpresa nos la llevamos cuando en la taquilla nos informan que el Ferri local que una Male con Dhiffushi ha sido temporalmente cancelado. Por lo visto, el barco viajó el día anterior a Dhiffushi, pero no pudo emprender el viaje de vuelta por la mañana, y no nos aseguraban si quera que pudiera hacerlo el día siguiente.
En un primer momento, no nos ofrecieron ningún tipo de alternativa, y cuando ya nos veíamos buscando hotel para pasar otra noche en Male, una de las encargadas de la Terminal, nos dijo que a las 16:30 salía, desde el muelle norte de la isla ((Jetty nº 7), donde para el Ferry que viene del aeropuerto, un speedboat público que por 25 USD/PP hacía el recorrido hasta la isla.
Más tranquilos conociendo que había alternativa, nos dispusimos a buscar un taxi que nos acercara de vuelta al muelle norte, cuando de repente, vi un señor con un polo en el que se podía ver el logotipo de nuestro hotel, el Rashu Hiyaa.
El hombre estaba allí para ofrecer a los huéspedes que ese día teníamos previsto ir a la isla una alternativa al ferry local. Tenían previsto un speedboat para trasladarnos a la isla, junto a otras dos parejas más, a las 14:30. En un primer momento nos pedían 50 USD/PP, sin contar a la niña claro, pero tan pronto rehusamos la oferta y amenazamos con ir en el speed boat público, nos dejaron los billetes en 25 USD/PP. Lo que tenía que haber sido un placentero viaje por el mar en un flamante Speedboat, se convirtió en una auténtica aventura, pues tan pronto como salimos del puerto, la lluvia comenzó a hacerse cada vez más presente, lo que unido a la fuerte marejada y al hecho de que el barco no disponía apenas de zona techada, hicieron que el viaje fuera de lo más movidito. Tengo que reconocer que, por momentos, pase incluso algo de miedo por el estado de la mar.
Tras cincuenta minutos de sobresaltada travesia ya divisamos entre la lluvia la pequeña isla de Dhiffushi.
Para nuestro asombro, había gente en la playa bañándose y aguantando el chaparrón bajo las sombrillas. El caso es que aquella imagen de turistas bañándose bajo la lluvia que tanto nos extrañó en un primer momento, se convirtió en algo cotidiano para nosotros los siguientes días. ¡Que digo días! esa misma tarde, tan rápido como dejamos nuestro equipaje en el hotel, nos pusimos el bañador y salimos a darnos nuestro primer baño en el mar, a pesar de que a ratos llovía y estaba ya casi anocheciendo.
Para cenar, siguiendo los acertados consejos de unos valencianos que llevaban 10 días en la isla, y aseguraban no haber tenido más que una tarde de buen tiempo, nos acercamos al restaurante Faruma, donde Martina acabó prendada de la tuna a la plancha.
La primera impresión de la isla no había sido la esperada por culpa del tiempo. Nos acostamos aquella noche con la esperanza de que aquello mejoraría.