Hoy dejábamos Kioto para trasladarnos hasta Osaka, última parada en nuestro viaje por Japón antes de partir de vuelta a España al día siguiente.
Traslado en tren de alta velocidad desde Kiota a Osaka
Nos despedimos con pena del hotel y cargados con nuestro equipaje cogimos el autobús hasta la estación de tren de Kioto. Desde allí, tomamos un tren, JR Special Rapid Service (560 JPY), que en escasos 25 minutos nos dejó en la moderna estación de trenes Shin-OSAKA, desde la que cogimos nuestro tren hasta el hotel.
El metro de Osaka nos resulta un poco caótico, pues cada línea tiene accesos subterráneos distintos, y en muchos casos para hacer transbordo es necesario salir a la calle y recorrer varias manzanas hasta llegar al acceso a la parada del mismo nombre pero perteneciente a otra línea.
Aunque Osaka tiene bastantes atracciones dignas de ver (Castillo de Osaka, el rascacielos Umeda Sky Building, la icónica Torre Tsūtenkaku o su famoso acuario), con el cansancio acumulado del viaje, decidimos limitar nuestra visita al céntrico y animadísima calle de Dotombori.
Con esa idea llegamos sin prisas al hotel, y después de intentar infructuosamente que nos dejaran entrar en la habitación una hora antes de la hora oficial de Check-in, decidimos dejar el equipaje en la recepción y salir a buscar un restaurante por el barrio.
La verdad es que después de ver distintas opciones para comer creo que acabamos escogiendo la peor de todas, pues la comida resultó ser muy simplona, y para colmo, estaba permitido fumar en el local. Ahora es cuando nos damos cuenta de lo que ha cambiado nuestro país desde que está prohibido fumar en lugares cerrados, antes era algo normal, en la actualidad resulta desagradable incluso para un exfumador empedernido. Tras el almuerzo tomamos posesión de nuestra habitación en el hotel Daiwa Roynet Hotel Yotsubashi, que elegimos por su localización cercana al centro de la ciudad, y del que sólo cabe destacar ese aspecto, pues el resto deja bastante que desear.
Recorriendo la calle Dotonbori
Después de la siesta nos dispusimos a pasear hasta la calle de Dotonbori. De camino pasamos por Amerika Mura, barrio lleno de tiendas de ropa americana y skate.
La calle de Dotonbori discurre paralela al canal del mismo nombre y está llena de tiendas y restaurantes. El número de neones de colores y carteles luminosos, cada cual más llamativo, hace que el transeúnte pronto quede aturdido.
Tal es el despliegue publicitario que, para intentar conseguir llamar la atención, los restaurantes han ideado ingeniosos carteles tridimensionales y articulados que representan la especialidad culinaria de cada casa.
De todos ellos quizás el más famoso sea el cangrejo articulado del restaurante Kani Doraku, aunque hay muchos más del mismo estilo.
Se nota que el ambiente es mucho más provinciano que el de Tokio, pero no por eso igual de interesante y quizás más auténtico.
Entramos en varias tiendas de suvenires típicos, donde nos llama la atención las galletas de mil tipos que venden, algunas de ellas muy curiosas.
Probando el plato típico de Osaka: El Takoyaki
No podíamos irnos de Osaka sin probar los famosos Takoyaki. Se trata de una especie de buñuelos fritos rellenos en su interior de trocitos de pulpo y que se ameniza con distintas salsas y jengibre encurtido.
Para comprarlos siempre hay que esperar cola en la calle, pues se hacen por tandas en unas parrillas especiales, y muchas veces las horneadas son insuficientes para atender tanta demanda.
Tengo que decir que no nos gustaron demasiado, pues nos resultaron un poco grasientas y pesadas.
Pasamos también un rato divertido viendo como los japoneses matan su tiempo en las curiosas máquinas recreativas.
El famoso neon de Glico
Si hay un punto famoso en Dotombori, es el mítico neon luminoso de Glico junto al río.
Glico es una compañía que produce dulces, especialmente conocida por sus barritas de galleta con chocolate (en España se comercializan bajo el nombre de Mikado).
Instalado nada menos que en el año 1935, representa un atleta corriendo sobre una pista de atletismo azul de 300 metros de longitud, con un skyline de Osaka a sus espaldas. La deportiva estampa se debe a un curioso cálculo matemático, pues se supone que un japonés medio consume las 15 calorías que contiene uno de sus caramelos al recorrer corriendo los 300 metros de distancia.
El caso es que para nuestra desgracia el cartel estaba en fase de restauración, y ahora en lugar de famoso neón, hay una réplica en versión femenina y sin luces, con la que nos tuvimos que conformar para sacar la famosa fotografía.
La verdad es que pasamos una agradable y entretenida tarde alucinando con los japoneses, una pena que no pudiéramos culminarla con un poco de Sushi para despedirnos, pues sin darnos cuenta terminamos gastándonos el dinero que nos quedaba en una tienda de regalos y juguetes japoneses.
Ya de madrugada, nos dispusimos a coger el metro hasta la estación de Namba, donde nos subimos en la línea de tren Nankai Airport Exp. (920 JPY), que en algo menos de una hora te deja isla artificial donde está ubicado el Aeropuerto Internacional de Kansai.
La vuelta en avión con Lufthansa fue nuevamente correcta, aunque salimos con bastante retraso de Osaka y nos tuvieron que esperar en Frankfurt para coger el avión a Madrid.
Subidos en el avión de vuelta a Madrid nos congratulamos de haber emprendido en su día la aventura de viajar con nuestra hija de cinco meses, pues será una experiencia que siempre recordaremos los tres con mucho cariño, y nos ha servido, sin duda, para crecer como padres.
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