Día 4.- Tokio: Barrios de Harajuko (Santuario Meiji y Takeshita Dori) y Akihabara
Aprovechando que era domingo teníamos previsto visitar el Barrio de Harajuko, pues se supone que es cuando más animada esta la calle Takeshita y hay más posibilidades de ver alguna boda Sintoista en el Santuario Meiji.
Parque Yoyogi de Harajuko
El Santuario Meiji
El santuario Meiji esta dedicado a los espíritus deificados de Emperador Meiji, primer emperador de Japón moderno (1868). Fue terminado en 1920, y reconstruido después de ser destruido en la Segunda Guerra Mundial.
Es famoso por acoger bodas sintoísta, y por ser el más visitado de Japón en los primeros días del nuevo año (Hatsumode).
Tengo que decir que la visita fue de lo más decepcionante, pues al margen del entorno en el que se ubica, arquitectónicamente el Santuario no tiene ningún atractivo especial, y desafortunadamente no pudimos presenciar ninguna boda que quizás hubiera hecho más interesante la visita…
Nos llaman la atención los elementos sintoísta: los rayos blancos de papel que cuelgan de los árboles centenarios, para los sintoísta sagrados; y las tablillas Ema, donde los sintoístas escriben oraciones y deseos para los Kamis (dioses y espíritus de la naturaleza).
La calle Takeshita y los Cosplayers
Barrio de Akhiabara
Cansados decidimos volver al hotel para descansar algo antes de acercarnos al barrio de Akhiabara, conocido como el barrio de la electrónica.
Nos acercamos andando desde el hotel en un anodino paseo de menos de 30 minutos. Al margen de las tiendas de electrónica, Akhiabara está lleno de locales de Pachinko (Ruidoso juego sin sentido mezcla de pinball y máquina tragaperras), Maids Cafes (Cafés donde las niñas ligeras de ropa entretienen a los hombre tratándoles como doncellas) y tiendas de comics y mundo manga.
El barrio es reflejo de una sociedad muy enferma (no digo que la nuestra no lo este o lo este menos), que ahoga sus penas e insatisfacciones bajo el ruido insoportable de los Pachinkos, utiliza a la niñas como objeto de los deseos sexuales más retrógrados y enfermizos, y busca en los mundos del anime y el manga la evasión que no encuentran en su vida real.
De vuelta al hotel paramos a comer en un restaurante de la cadena Yoshinoya. Había leído buenas críticas, y tengo que reconocer que tiene un precio sin competencia y la comida estaba correcta, eso si, al menos en ese caso, la limpieza del local dejaba mucho que desear. Cenamos los dos por 1.120 JPY (Dos platos combinados de carne y pescado).