Día 10: Ella – Tangalle
Cascadas de Rawana (Ella)
Tal y como habíamos acordado con Manoj, cuando nos dejó en Kandy, a las 9:00 de la mañana estaba en el hotel para emprender el viaje. Pronto hicimos nuestra primera parada del día para visitar la Rawana Waterfall (a 6 KM de Ella), que habíamos visto el día anterior desde el Little Adam´s Peak.
Bajaba con poca agua, y no nos pareció gran cosa, aunque no está de más parar para tomar una foto, más teniendo en cuenta que está a los pies de la carretera principal y no es necesario desviarse para verla. Tan pronto no bajamos, nos asaltaron unos cuantos vendedores que nos ofrecían lo que se suponían eran piedras semipreciosas.
Aunque ignorantes en la materia, aquellas piedras nos recordaron a las falsas amatistas teñidas que muchos años atrás nos intentaron vender en el oasis de Chebika (Túnez).
Templo Buduruwagala
Continuamos nuestro viaje descendiendo por los valles hasta la segunda parada prevista para visitar, el templo Buduruwagala (300 LKR). Para llegar hay que desviarse de la carretera principal para tomar una pista, a veces de tierra, que en menos de veinte minutos, y a través de una bonito paisaje de huertas y charcas, conduce hasta el templo.
Se trata de uno de los templos más antiguos de Sri Lanka, data del siglo X. Consta de 9 figuras esculpidas en piedra, alguna de las cuales conserva su pintura original.
El hecho de que no sea una de las atracciones más conocidas del país, y por tanto que no haya turistas, confiere al lugar un especial encanto. Lo que si había eran turistas locales, que al vernos, no dudaron en pedir hacerse algún que otro selfis con nosotros, como si les llamara la atención ver turistas por allí.
De nuevo en el coche, pasamos por la puerta del Parque Nacional de Udawalawe, que junto con el de Mineriya, es el más recomendado del país para divisar elefantes.
Aunque no entramos a ver el parque si pudimos ver un Elefante cuando cruzábamos la presa del parque. De repente nos topamos con un atasco en la carretera que impedía avanzar. Pronto nos dimos cuenta que el motivo era que había un gran elefante junto a la cuneta de la carretera y la gente había parado sus coches para ver al animal y ofrecerle algo de comer.
No dudamos en bajarnos del coche para fotografiar al “bicho”. Si no fuera por la vaya electrificada del parque a buen seguro nos hubiéramos encontrado el elefante campando a sus anchas por la carretera.
Llegada a Tangalle y paseo por la playa
Después del largo viaje, algo más de cuatro horas, incluidas las paradas, llegamos a Tangalle. Sabíamos que en esa época del año era temporada baja en la zona, pues los vientos y las lluvias hacen difícil el baño en el sur de la isla, y la gente opta por las playas del norte y del este, mucho más tranquilas en esas fechas, así que no nos extrañó ver el hotel (Laggon Paradise) tan vacío.
A pesar de que cuando llegamos el tiempo era estupendo, nada más entrar a la habitación con la idea de ponernos el bañador y bajar raudos a la piscina para relajarnos, empezó a llover torrencialmente. Tan pronto escampo bajamos a darnos un baño, para alegría de Martina.
Allí conocimos a un matrimonio de Barcelona con dos hijos de 7 y 9 años. Llevaban 3 semanas viajando por Sri Lanka, combinando humildes guest house con hoteles con piscina, y conductores privados con autobuses públicos. Habían estado la primera semana haciendo un voluntariado en el norte. Nos gustó mucho su forma de hacer del viaje una vivencia para sus hijos. Los niños nos contaron que les decepcionó mucho la visita al Parque Nacional de Yala, donde sólo pudieron ver cocodrilos, y algún que otro elefante. Comparado con Borneo, donde habían estado el año anterior viendo orangutanes, aquello les había parecido muy pobre.
Por la noche tenían previsto ir a ver desovar las tortugas al Turtle Conservation Project Turtle Watch, en la misma Rekawa Beach, a escaso kilometro del hotel. Nosotros, aunque habíamos leído sobre el tema, no nos plantemos ir, pues hay que ir a la playa y quedarse hasta la media noche para poder ver el espectáculo, y con Martina lo veíamos muy difícil.
Tras el baño, y el intercambio de vivencias viajeras con aquella familia, nos duchamos y salimos casi de noche a ver la playa y buscar algún sitio donde cenar pescado fresco.
A Martina le daba bastante miedo el rugir de las olas en la playa, y es que ciertamente, la resaca en aquella zona es importante.
Después de desechar algunas opciones más cercanas al hotel, cansados de andar a oscuras pro la arena, decidimos parar a cenar en el Little Pumpkin Restaurant, que además estaba bastante recomendado en Tripadvisor. No estaba muy animado, pero había pescado fresco y marisco. Nos tomamos tres inmensas King Pranw a la barbacoa con salsa de tamarindo (1.000 LKR cada una), un pescado con patatas y un arroz. El pescado estaba algo seco pero las gambas nos supieron a gloria, aunque resultaron peores que las que cenamos el día siguiente en la animadísima playa de Mirissa.
