Nuestra visita del pueblo de Pangkalan Bun fue totalmente improvisada, motivada únicamente por el adelanto forzado de nuestro vuelo de Nan Air procedente de Semarang. Lo más habitual, y así lo teníamos nosotros proyectado inicialmente, es llegar al Pangkalan Bun la misma mañana en que se inicia el tour de 3 días y dos noches en Klotoc por el Parque Nacional de Tanjung Puting, de forma que es raro que los turistas lleguen a conocer la ciudad de Pangkalan Bun, más allá del aeropuerto.
El caso es que, como nos vimos obligados a llegar a Pangkalan Bun un día antes de lo previsto, decidimos salir de nuestro hotel y dedicar el día a conocer esta ciudad desconocida cuyo principal atractivo turístico, sobre el papel, es el Istana Kuming , antiguo Palacio Real durante el Sultanato de Kutaringin que se supone puede visitarse junto al museo acompañado de guía. Por desgracia cuando nosotros llegamos el Palacio estaba cerrado. Una pena porque la visita parece interesante y una buena forma de conocer algo de la historia de Borneo.
Como teníamos hambre, no dudamos en acercarnos al muelle de rio Arut a buscar algún sitio donde comer.
Después de chequear las distintas alternativa no dudamos en quedarnos con el Tepi Arut Café, donde comimos estupendamente a base de gambas, calamares y el siempre presente Nasi Goreng, mientras disfrutamos de las vistas sobre el rio Arut.
Tras la comida decidimos pasear por el muelle que recorre paralelo el rio Arut. Allí vive en precarias condiciones, sobre destartalados palafitos sobre el agua, la simpática población local que esta claro que no están nada acostumbrados a ver turistas, y menos aún con una niña de ocho años. Todo el mundo se acercaba con curiosidad mientras se sonreían de forma tímida.
Algunos nos pedían hacernos fotos juntos que luego enseñaban orgullosos a sus amigos o familiares. Otros nos enseñaban a volar sus rudimentarias cometas, y como pescaban en el rio.
Fue una tarde muy agradable que nos sirvió para conocer un poco de cerca como se vive en esta zona del mundo donde nadie pierde la sonrisa y la hospitalidad a pesar de tener muy poco para vivir. Casi todos los turistas limitan su visita del Borneo Indonesia a ver el Parque Nacional en busca de orangutanes, pero muy pocos llegan realmente a conocer como vive la población local en este lugar tan recóndito del planeta.
De vuelta al hotel nos paramos en alguna de las muchas mezquitas que hay en toda la ciudad. Es curioso como los almuecines de las distintas mezquitas llaman al unísono al rezo en lo que parece una lucha por ver quien es capaz con sus canticos de atraer más fieles esa tarde.
Para cenar decidimos quedarnos cerca de nuestro hotel, Arsela Hotel. Justo en frente esta el Restaurante Ikan Bakar Cak Mus, un restaurante local muy familiar donde disfrutamos de una de las mejores cenas del viaje. Se trata de un chiringuito de mesas corridas, bastante bien montado y muy límpio, donde cocinan carne y pescado a la parrilla. Probamos entre otros la Nila, un pescado parecido a la Tilapia muy común por la zona que estaba fresquísimo y muy sabroso. Como estamos en una zona muy musulmana no venden alcohol, aunque tampoco echamos mucho de menos la cerveza después de probar los ricos zumos de naranja que sirven como sustitutos.