Nos despedimos de Nepal con ganas de más, con la sensación de haber dedicado poco tiempo a este bonito país, pero claro, las vacaciones son limitadas y nos quedaba el Sur de la India por visitar.
La salida del país es algo tediosa por la cantidad de controles policiales que hay que pasar, aparte de tener que rellenar el papel de salida del país y presentarlo.
Creo que llegamos a pasar cinco controles policiales en el Aeropuerto, el último de ellos en las mismas escaleras de acceso al avión donde a todos los pasajeros nos abrieron el equipaje de mano y nos volvieron a cachear.
Vuelo de Kathmandú a Chennai
Volamos de Kathmandú a Chennai con Air India haciendo una escala de una hora en Delhi. El vuelo fue correcto y el tránsito en el Aeropuerto de Delhi lo hicimos sin problemas. A la llegada a Chennai (antigua Madrás), tras pasar el control de inmigración donde nos sellaron por primera vez nuestro visado de la India, nos estaba esperando nuestro conductor, Suresh (Kerala Travel Interserver), con su indumentaria blanca inmaculada y su cara de buena persona.
Después de haber estado cinco años antes en la India del Norte, lo primero que nos llamó la atención fueron las estupendas carreteras de la ciudad, la cantidad de buenos coches que se ven circulando, y en general el aparentemente superior nivel de vida de los habitantes de esta región del sur. Luego nos daríamos cuenta que, si bien Tamil Nadú es uno de los estados más ricos de la India, sobre todo por su industria automovilística y de programación software, al igual que sucede en el resto de la India gran parte de la población pasa muchas necesidades.
Traslado en coche hasta la población costera de Mahabalipuram
Tardamos algo menos de una hora en llegar a nuestro destino, Mahabalipuram (AKA Mamallapuran), donde pasaríamos las dos primera noches de nuestra estancia en la India.
Nos alojamos en el Hotel Chariot Beach Resort, bonito hotel de 4/5 estrellas, con buenas habitaciones y una preciosa piscina, pero con un staff de recepción maleducado, un aspecto bastante abandonado, Wifi de pago y algo alejado del animado centro. Después de dejar las maletas nos dispusimos a visitar el pueblo, no sin antes discutir con la recepción porque ni nos querían llamar a un Tuk tuk, ni nos querían cambiar monedas para pagarlo, como si su única p
reocupación fuera mantenernos prisioneros en el hotel para hacer gasto allí. Finalmente conseguimos un Tuk tuk que nos llevó al pueblo en menos de diez minutos.
Paseando por Mahabalipuram
Mahabalipuram es un pequeño pueblo muy preparado para los turistas, sobre todo Othavadi St., con numerosas tiendas de suvenirs dedicadas a la talla de piedras y venta de ropa, y un montón de restaurantes ávidos de turistas en temporada baja.
Después de dar una vuelta por allí, y llegar hasta la playa para ver los barcos de pescadores, decidimos cenar en Restaurante Santana Beach, más que nada porque tenía pescado fresco, inmegorables vistas sobre la playa y había leído buenas críticas. Al final el restaurante no nos gustó demasiado pues, el pescado no era muy fresco (las gambas eran congeladas y el pesado seco), y sobre todo nos pareció excesivamente caro, quizás el más caro de todos cuantos visitamos en la India.
A su favor tengo que decir que los calamares fritos estaban realmente buenos. Fue la primera vez que tuve que pedir la cerveza fuera de carta y nos la trajeron a escondidas envuelta en papel de periódico con un “por favor escóndala debajo de mesa tan pronto se sirvan”.
Mahabalipuram fue duramente castigado por el tsunami de 26 de diciembre de 2004, que cambió orografía para siempre.
No obstante esta catástrofe natural saco a la luz, tras más de 1.000 años enterrada en el fondo del mar, diversas esculturas y restos arquitectónicos que afloraron en sus playas, entre ellas dos grandes esculturas de leones, un elefante, un caballo y varios guerreros, todas ellas de granito. También se encontró un buda de bronce de 23 centímetros de la misma época.
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