Nos despertamos y lo primero que vimos al asomarnos al amplio ventanal de la habitación fue la playa llena de Indios haciendo sus ceremonias religiosas en el borde del mar.
Playa de Papanasam en Varkala
La playa de Papanasam, como se llama la playa de Varkala, es una de las mas sagradas de la India, pues se cree que un chapuzon en sus aguas limpia el cuerpo de impurezas y el alma de todos los pecados.
En la zona sur de la playa, justo en frente del hotel, es donde los santones se colocan ataviados con sus tuncias naranjas bajo modernas sombrillas multicoleres a la espera de los fieles, que una vez llegan hacen rezos girando alreder de las sombrillas, para terminar en la orilla arrojando de espaldas distintas ofrendas al mar y terminar mojandose un poco los pies para lavar los pecados, todo ello con tanta fe, como miedo al agua.
Tras el desayuno con vistas al espectáculo religioso, dedicamos el día a descansar y recorrer los acantilados de Varkala.
Al poco de iniciar nuesrto paseo, y a pesar de que acabábamos de desayunar, hicimos una primera parada en el Restaurante Coffe Temple, emocioandos al ver una flamante maquina de café expresso en su barra, gracias a la cual pudimos disfrutar después de mucho de tiempo de un verdadero café expresso en un ambiente perfecto y con bonitas vistas al mar de Arabia.
Black Beach de Varkala
Más despiertos que nunca, con el cuerpo repuesto de cafeína, continuamos nuestro día de relaxing, andando hasta la preciosa Black Beach, al norte de la playa de Papanasam, separada de esta por un saliente de rocas donde el acantilado empieza a desparecer.
Se trata de una pequeña y bonita cala, poco concurrida, rodeada de palmeras, a la que acuden los turista a bañarse en un entorno más reservado.
Aunque, nuestra idea era seguir andando más al norte para ver las barcas de pescadores que supuestamente fondean en las playas situadas más al norte, decidimos darnos un relajante baño en la playa y tomar algo en el restaurante que hay situado en su orilla.
El baño resultó de los más reconfortante, aunque hay que decir que las fuertes corrientes no permitían recrearse demasiado en sus aguas. Otra cosa distinta fue el restaurante, en el que sólo tomamos un lassy, pues pronto abortamos nuestra intención de comer allí a la vista de que los Indios que están sentado a nuestro lado empezaron a quejarse porque habían encontrado hormigas en su arroz.
Volvimos sobre nuestro pasos en busca de un restaurante para comer, y de camino paramos en una sastrería a los pies del acantilado donde encargamos dos camisas y un pantalón a medida que nos aseguraron tendrían preparado para recoger a ultima hora de la tarde.
erminamos en el Restaurante Café del Mar, atraídos por su oferta de comida Italiana, y la verdad es que salimos encantados. Tras la comida y una larga sobremesa volvimos al hotel a descansar un poco.
Después de la siesta, decidimos coger un Rickshaw hasta la Black Beach (60 INR), para terminar nuestro inacabado paseo de la mañana y volver al sastre a por nuestras camisas y pantalón.
Ya en la playa, nos dirigimos más al norte, y pronto llegamos a otra pequeña playa donde había varias barcos de pescadores amarrados. La experiencia no fue muy buena, porque al vernos, los pescadores empezaron a chillarnos de muy mal humor, invitándonos a abandonar la playa y advirtiéndonos de que no hiciéramos fotos. Se conoce que están hartos de que los turistas vayan a hacerles fotos, atraídos por las famosas imágenes de los pescadores de la zona recogiendo a mano sus enormes redes desde la playa.
Decidimos no hacerles mucho caso, e hicismo algunas fotos de la playa tranquilamente, eso si, sin acercarnos demasiado e intetando respetar sus barcas para que la cosa no fuera a mayores.
Llegamos hasta el final de paseo, donde se sitúa una extraña mezquita al borde del mar, y un modesto poblado de pescadores, algunos de los cuales al vernos nos ofrecían marihuana de forma disimulada.
Al ver que se nos hacía tarde, volvimos dirección sur hasta llegar a la tienda del sastre, donde nos esperaban con una gran sonrisa, y con las dos camisas y el pantalón encargados perfectamente planchados. El trabajo fue bueno, y el precio también, aunque tengo que decir que por calidad y diseño me quedo con las camisas que nos hicieron en Madurai.
Haciendo tiempo para la cena, entramos en un pequeño puesto de música a los pies del acantilado, donde su dueño, un chaval de apenas veinte años, nos estuvo poniendo discos de música india relajante durante un buen rato hasta que al final accedimos a comprar un par de Cds.
Vimos la puesta de sol disfrutando de otro café, en el Café del Mar, y terminamos el magnifico día cenando en el Restaurante Litell Tibet, que bien tiene merecidas sus buenas críticas en Tripadvisor. Se trata del único restaurante del acantilido que no tiene “ganchos” en la puerta para intentar atraer a sus clientes, para eso le basta con el pescado fresquísimo que tiene expuesto a su entrada. La cena fue expectacular (Red Mullet Tandori, humus y King Fisher 580 INR).