Día 4: Pekín: Ciudad Prohibida y Templo del cielo
Visita de la Ciudad Prohibida:
Después de habernos quedado sin entradas el día anterior, no dudamos en madrugar de lo lindo aquel día. A las 8:00 de la mañana ya habíamos pasado los controles de seguridad de la plaza de Tianamen y habíamos conseguido hacernos con nuestras preciadas entradas para visitar la Ciudad Prohibida 故宮 (60 ¥).
Recibe su nombre del hecho de haber estado reservado su uso, desde que fue construida en 1420, hasta el año 1949, al emperador y su corte. Se trata de un complejo arquitectónico de enormes dimensiones, dividido por extensos patios exteriores en los que se desarrollaba la vida palaciega. Tras atravesar la Puerta del Medio Día con sus dos grandes torres de flechas, se accede a un primer patio en el que destaca el rio de oro que lo cruza.
Atravesado el primer patio, de ya unas dimensiones colosales, se accede al imponente patio central, con capacidad para más de 100.000 personas, y que a día de hoy sirve de desahogo. Aun cuando son miles de turistas los que allí se agolpan, lo abierto del espacio rebaja la sensación de agobio.
El patio da paso al salón de la Suprema Armonia, al que se accede por unas escalinatas de mármol, entre las que destaca la reservada al emperador y que aún hoy continua cerrada al público. Todo, puertas, puentes, columnas, tachuelas, leones… aparece dispuesto de forma impar, especialmente en grupos de 9, como muestra de armonía numérica.
Por suerte, hay una zona de la Ciudad mucho más tranquila y recogida donde poder disfrutar de los pequeños detalles que esconde el complejo. Se trata de la zona, separada del resto, a la que se accede a través del bonito mural de los 9 dragones. Para entrar hay que adquirir allí mismo un ticket extra de 10 ¥. Bien merece la pena, y no sólo por el mural de azulejos donde aparecen representados los 9 dragones nadando, sino porque permite acceder al interior de los coqueto palacios menores que lo rodean en dirección a la puerta norte, y pasear por sus bonitos jardines sin tanto gentío como en la zona de los patios principales. La verdad es que sin esta parte la visita se nos hubiera quedado algo coja.
A Martina, entre que los dragones no la hacen ninguna gracia, y que estaba algo cansada de tanta piedra, la visita se le hizo algo larga a pesar de nuestro intentos por amenizarla contándola inventadas historias de supuestas princesas que habían vivido en aquellos palacios.
A la salida de la Ciudad Prohibida, aún sin hambre, pero demasiado cansados como para subir al Parque Jingshan (景山公園), situado frente a la puerta norte y desde cuya cima a buen seguro se obtienen estupendas vista de la misma, decidimos dirigir nuestros pasos al metro para acercarnos a ver el Templo del Cielo.
Nuevamente cometimos el error de fiarnos de las falsas distancias que aparecen en el mapa, y lo que parecía un agradable paseo de 10-15 minutos hasta el metro de Dongsi, se convirtió en un señora caminata de más de 30 minutos. Que bien hubiéramos hecho en coger un taxi que nos acercara hasta el Templo del Cielo. Menos mal que junto a la boca de metro localizamos una fantástica pastelería donde saciamos nuestros instintos más golosos. A la pobre Martina aquello le alegró la mañana.
Visita del Templo del Cielo:
Con el estómago lleno, subimos al metro hasta la estación de Tiantandongmen, donde se encuentra el Templo del Cielo 天坛 (34 ¥). Como nos gusta el metro de Pekín, es rápido, limpio y muy barato. Dentro de un agradable parque que muchos Pekineses utilizan para hacer ejercicio, pasear y charlar, se encuentra este singular templo construido en su día (año 1420) para realizar sacrificios de agradecimiento al cielo por las cosechas recibidas y por las que estaban por llegar. La verdad es que nos gustó bastante, no sé si por su originalidad, mezcla de pagoda budista y palacete chino, o por su llamativo colorido.
Junto al metro se encuentra al Mercado de las Perlas, famoso entre los turistas por sus falsificaciones. Aprovechamos que había un Pizza Hut para llenar las barrigas de comida “occidental”, de esa que no probamos nunca salvo cuando salimos de viaje por Asia, y dimos una vuelta para ver las falsificaciones, que no nos parecieron gran cosa. Compramos un bolso imitación de Burberry bastante pintón (Pedían 350 ¥ y terminamos pagando 120 ¥, aunque nos costó mucho regatearlo en un par de tiendas), y una regulara imitación de Omega (Pedian 1.600 ¥ de inicio y nos lo dejaron en 200 ¥).
Como todavía no era muy tarde, decidimos volver al hotel para intentar visitar el Templo de los Lamas que nos había quedado pendiente el primer día. El caso es que nuevamente llegamos tarde, así que nos quedamos con las ganas. Queda pendiente junto con el Palacio de Verano para futuras visitas a Pekín.
Como al día siguiente teníamos que madrugar un montón para coger el vuelo de las 6:25 a Fenghuang, volvimos al hotel a descansar un rato y dejar preparadas las maletas. Ya de noche, salimos a cenar decididos a probar, esta vez si, el autentico pato laqueado pekines, con la mala suerte de elegir para ello el nada recomendable restaurante turístico de Huajia Yiyuan (Hua’s Restaurant). La elección no pudo ser más desilusionante. Una pena terminar así nuestra visita a Pekín.