De Tangalle a Mirissa. Faro de Dondra, bahia de Weligama y Galle.

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Día 11: Tangalle – Mirissa. Galle

Nos levantamos aquel día con la idea de desayunar tranquilamente, darnos un último baño en la piscina del hotel y partir hacia Mirissa. El desayuno se hacía en el restaurante que el hotel tiene sobre la misma arena de la playa.
 
No se me ocurre mejor lugar para comenzar el día.
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De camino a la playa es necesario cruzar un lago de agua salubre donde tenemos la suerte de ver un par de lagartos gigantes, famosos en el lago de Kandy, que nadaban a sus anchas. Una pena que las fotos salieran tan mal, pero es que estábamos muy dormidos aún.
 
Durante el desayuno la pareja de Barcelona nos confinó que la noche anterior pudieron ver desovar a las tortugas, y la experiencia les gustó, sobre todo a los niños.
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El Faro de Dondra

Tras el desayuno, y un rato de piscina, subimos de nuevo las maletas al coche de Manoj dirección a Mirissa. De camino hacemos una primera parada en el bonito Faro de Dondra. Ese día está cerrado, con lo que nos conformamos con verlo desde la bonita cala que hay en el exterior donde los ceilandeses disfrutan en familia del baño.
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La bahia de Weligama y los pescadores zancudos

Aunque la idea inicial era dejar la visita de Galle para la mañana siguiente de camino al aeropuerto, y pasar esa tarde disfrutando en la playa de Mirissa, las malas predicciones meteorológicas nos hacen cambiar de planes, así que dejamos atrás Mirrissa, y proseguimos camino dirección a Galle, parando a hacer alguna foto en la bahía de Weligama, donde se pueden ver los pescadores zancudos.

La famosa imagen es una atracción es meramente turística. Los pescadores no son más que “actores” que se ganan la vida posando sobre los zancos para ser fotografiados por los turistas a cambio de una propina.

En cuanto paras el coche y haces ademán de bajar para verles, ya tienes sobre ti a tres o cuatro tipos reclamando la propina, así que viendo el percal decidimos no parar, hasta que vemos un tramo de playa donde no hay pescadores.

La imagen de los zancos clavados en la arena, aunque incompleta por ausencia de los falsos pescadores, no deja de ser idílica.

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Centro de recuperaciómn de tortugas

Nuevamente en la carretera, antes de llegar a Galle, paramos en uno de los múltiples centros de recuperación de tortugas que se anuncian en la carretera. La visita (500 LKR/PP) no deja de ser una “turistada”, pero Martina se lo pasa en grande observando a las tortugas que tienen dispuestas en varios tanques de agua, según su tamaño y dolencia.
 
Tienen también una zona donde plantan los huevos de las tortugas que desovan en la playa.

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Paseando por la ciudad colonial de Galle

Ya en Galle, aparcamos en coche en la muralla, y dedicamos el resto de la tarde a pasear por sus tranquilas calles coloniales y disfrutar de sus coquetas tiendas.

La ciudad fue fundada por los Holandeses en el S. XVII, cuando eligieron ese enclave construir allí el que fuera el puerto marítimo el más importante de todo Sri Lanka, donde los barcos europeos hacían escala antes de partir hacia Asia.

Nos recordó mucho a Fort Kochi (Kerala – India), con quien comparte idéntico origen colonial. Como colofón al agradable paseo, paramos a tomar una crepe y un café en la terraza del recomendable Crepe-ology.

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Cena en la playa de Mirissa

De vuelta en Mirissa, dejamos nuestro equipaje en el hotel (Riverside Cabanas), y salimos ya de noche dirección a la playa con la sana intención de buscar algún restaurante para cenar a base de pescado fresco.

Fue más difícil cruzar la carretera y encontrar el acceso a la playa, que dar con un restaurante. Había más de diez restaurantes sobre la arena, cada cual más animado, y todos ellos con un excelente pescado y marisco fresco a la vista de los turistas. Era tan fácil como escoger la pieza deseada, regatearla y seleccionar la forma de cocinado y guarnición.

Como no todo iba a ser perfecto, al llegar al último de los restaurantes, el que más animado parecía, comenzó de nuevo a arreciar, con tan mala suerte para quienes entonces estaban sentados en la mesa, que tuvieron que salir corriendo a resguardarse bajo tejado, dejando muchos de ellos sus apetitosos pescados y mariscos bajo la lluvia. Nosotros esperamos con resignación a que escampara, para buscar algún otro restaurante con mesas libres para cenar bajo cubierta.

La cena no pudo ser mejor: Pez limón a la barbacoa, gamba jumbo de tamaño King size, patatas fritas, arroz, y cerveza 3025 LKR. Tan a gusto estábamos, que después de cenar decidimos pedirnos otra cerveza y un Papaya Shake para seguir disfrutando de la noche mientras oíamos rugir de fondo el mar entremezclado con la música de los chiringuitos.

Entre tanto, Martina jugaba con la arena de la playa, y se divertía “vacilando” a los locales que se acercaban a jugar con ella.

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