Día 9.- Kioto – Excursión a Nara
Hoy teníamos planificada la excursión en a la que fuera la primera capital de Japón, la ciudad de Nara (Año 784), antes conocida como Heijo.
Traslado en tren desde Kioto hasta Nara
Tras el desayuno de rigor en el supermercado Fresco que hay junto al hotel, tomamos el bus, y en 20 minutos llegamos a la estación de de Kioto, desde la que salen los trenes locales que te acercan en menos de 50 minutos a Nara.
Según bajas del tren te das cuenta que Nara es una pequeña ciudad con ambiente de pueblo rural grande, donde todo gira en torno al Parque Natural y sus famosos monumentos turísticos.
Antes de entrar en el parque paramos a coger planos en la oficina de información y turismo, situada en la calle peatonal salpicada de tiendas de suvenirs, pastelerías y restaurantes, que une la estación con el parque. En la oficina de información nos diseñaron muy amablemente un circuito para visitar las atracciones turísticas a pie, y nos informaron, por suerte para nosotros que desconocíamos el dato, de la existencia de un autobús que une las atracciones con la estación de tren por 100 JPY, lo que era muy recomendable para la vuelta.
Templo Kôfuku-ji
Con nuestro mapa en el bolsillo y, tras comprar unos sándwiches en un supermercado, nos adentramos en el parque y pronto nos topamos con los ciervos que lo pueblan.
En un primer momento resultan graciosos, pero al final acaban siendo muy pesados, pues no paran de merodear a los turistas para incitarles a comprar obleas que allí vende los lugareños, y a husmear en las mochilas a ver si llevas algo de comida.
Justo a la entrada del parque, pasado el lago, se encuentra el Templo Kôfuku-ji (Año 710), del que destacan sus dos pagados, una de 3 pisos y otra de 5, una de las más altas de Japón y símbolo de la ciudad. Las pagodas son bonitas, pero casi nos gusta más pagado Yasaka que habíamos visto la tarde anterior en kioto, aunque hay que reconocer que esta es mucho más antigua.
El conjunto se extiende en una explanada que, como en muchos otros casos en Japón, esta pavimentada a base de gravilla rastrillada nada recomendable para ir con un carrito de bebe, menos mal que es sólo un trozo.
Templo Todaiji
Seguimos nuestro camino escoltados por los venados, y otros muchos turistas en su mayor parte japoneses, hasta que a lo lejos empezamos a divisar las grandes puertas de madera que dan acceso a la que es la construcción más famosa de Nara, el Templo Todaiji (Año 752).
El templo propiamente dicho se encuentra en un recinto amurallado, y se trata del edificio de madera más grande del mundo, y eso que la reconstrucción actual, de 1692, es sólo dos tercio del tamaño original.
El edificio principal del Templo Todaiji es proporcional al Daibutsu (gran buda) de bronce que se alberga en su interior, que con sus 16,2 metros de altura es el más alto de Japón.
Junto al enorme Buda hay otras estatuas de bronce y madera muy curiosas, y el turístico reclamado del pilar agujereado en su base, donde la gente hace cola para intentar pasar a través del agujero, que se dice tiene las mismas dimensiones que los orificios de la nariz del Daibutsu, todo ello con la esperanza de alcanzar la iluminación en caso de poder atravesarlo.
Para acceder al templo Todaiji tienen una entrada especial personas con problemas de movilidad y coches de bebes que evita las escalinatas de entrada (Entrada 500 JPY).
Tras salir dimos cuenta de nuestros sándwiches y descansamos un rato mientras le dábamos el biberón a la niña. La verdad es que nos pasamos la mayor parte del tiempo intentando espantar a los ciervos que se acercaban al olor de la comida.
Santuario Kasuga Taisha
Para finalizar nuestra visita a Nara nos acercamos al Santuario Kasuga Taisha (Año 768).
El paseo hasta el templo se hace muy agradable al discurrir entre el bosque por un camino de tierra lleno de farolillos de piedra cubiertos por el musgo, lo que le da además un toque mágico, sobre todo, si tenéis la suerte, como nosotros, de no cruzaros con demasiados turistas.
Se nota que mucha gente visita únicamente el Todaiji y se ahorra la caminata hasta este precioso santuario.
El camino termina en una larga escalinata anunciada por varios toriis de piedra, que dan acceso al templo Kasuga Taisha.
A partir de ese punto se hace imposible seguir con el carrito de paseo, de forma que tuvimos que dejarlo candado a una valla y ponernos la mochila portabebés que tanto le gusta a Martina para echarse la siesta.
Para entrar en el templo hay que pagar una entrada de 500 JPY. Bastante cara si tenemos en cuenta que el templo en si no es más que lo que se ve desde la taquilla, eso sí, para quien le guste la fotografía creo que merece la pena el desembolso, pues el templo con sus columnas bermellonas y sus miles de farolillos de hierro es muy fotogénico.
De hecho, nos encontramos allí con un fotógrafo profesional acompañado de una modelo y varios ayudantes que estaban haciendo unas fotografías para una revista de moda. Hay que decir que nos hizo unas cuantas fotos con mi cámara y la verdad es que salieron bastante mal, aunque el tipo se excusó diciendo que mi cámara no valía para nada.
Sea como fuere, la visita a este templo y su aura especial fue lo que más nos gustó de todo Nara.
Por suerte para nosotros se puso a llover justo cuando terminamos la visita al templo, así que aprovechando lo dicho en la oficina de turismo, nos acercamos hasta el parking a esperar a que viniera el autobús rojo que te lleva hasta la estación de tren. De no ser por el autobús nos hubiera esperado un camino de vuelta andando bajo la lluvia de por lo menos una hora.
Santuario de Fushimi Inari
De vuelta hacia Kioto teníamos previsto pararnos en la estación de Inari (dos estaciones antes de llegar a Kioto), para visitar el Santuario de Fushimi Inari.
Es famoso por sus miles de puertas torii de color bermellón que se extienden por una red de senderos que va comunicando los distintos templos y edificios que se encuentran diseminados por el bosque del monte Inari, de 233 metros de altura, a cuya cima se puede llegar a través de los mismo (Dicen que en unas tres horas).
Los toriis que se utilizan en todo el sendero son donaciones hechas por los empresarios al templo para asegurarse prosperidad en sus negocios, no en vano, Inari es el dios sintoísta del arroz al que se dirigen las plegarias para tener buenas cosechas.
El santuario de Fushimi Inari está lleno de estatuas de zorros, mensajeros de Inari y guardianes del arroz, razón por la que muchas veces aparecen representados con una llave en la boca.
La verdad es que todo el recinto es precioso, una pena que llegáramos tan tarde y lo viéramos casi de noche. Dejamos el carro de paseo en la puerta y llevamos a la niña en la mochila, pues aquello está lleno de escalinatas y cuestas empedradas.
En la entrada nos cruzamos con unos turistas valencianos, de cierta edad, que venían de pasar quince días en Corea y estaban encantados con la paz que se respiraba en Kioto.
Regreso a Kioto
Ya de vuelta a Kioto, me imagino que provocado por el cansancio acumulado durante el día, nos confundimos de anden en la estación de Inari y para cuando nos dimos cuenta de que íbamos en sentido opuesto a Kioto ya nos habíamos pasado 3 estaciones.
Tuvimos que que bajarnos, hacer transbordo y perder más de una hora hasta que por fin llegamos a Kioto. Al menos vimos la torre de comunicaciones iluminada.
Cenamos de nuevo estupendamente en el family restaurant Yayoiken situado frente a nuestro hotel.