Día 15: Excursión a la isla de Balicasag
En barco hasta la isla de Balicasag.
A la llegada a Balicasag el patrón amarró, entre otro medio centenar de Bangkas, y su ayudante nos acompañó a la orilla para presentarnos a un gancho que tienen allí y se encarga de vender las excursiones en barca de remos por la isla, asegurando que con ellos ves peces y tortugas. La excursión son 300 P, pero nosotros nos negamos, porque sabemos que la barca de remos lo que hace es llevarte 15 metros más allá de la orilla.
Antes de bañarnos, dimos un paseo por la pequeña isla, que se recorre de lado a lado en 10 minutos. En medio, hay un colegio, y un puesto de fruta, donde compramos medio kilo de plátanos por 30 P. Pasamos también por el hotel con que cuenta la isla. Aún a día de hoy nos preguntamos cómo es posible que este tan abandonado, cuando es el único con que cuenta esta idílica isla, famosa en el mundo entero por contar con uno de los mejores fondos marinos de la tierra.
Esnorquel en la isla de Balicag.
Tras el paseo, decidimos buscar algún buen sitio donde comenzar a hacer esnórquel. La cosa es tan fácil como localizar las pequeñas barcas de remo que llevan a los turistas. Tan pronto nos metemos empezamos a alucinar con el fondo marino.
A escasos 10 metros de la orilla el espectáculo es soberbio. Un jardín de coral continuo, repleto de vida. A ratos nos vemos rodeados de bancos de peces de colores. Todo llama la atención, tanto que no sabes donde fijar la mirada. Cinco metros más allá, cae el arrecife y sólo buceando se puede explorar la zona. Desde arriba se adivina dónde están los buzos a la vista de las burbujas que ascienden desde el fondo.
Hemos hecho esnórquel en sitios muy espectaculares como Sulawesi y Maldivas, pero ciertamente lo que vemos en Balicasag lo supera. Que rabia que justo el día anterior, mientras hacíamos esnórquel en la playa de Dumaluan nos entró agua en la cámara acuática quedando inservible. Justo el día que más falta nos hacía. Por suerte, creo que esas imágenes submarinas quedarán por siempre grabadas en nuestra memoria como una de las cosas más alucinantes que hayamos visto en nuestra vida.
Agotados de hacer esnórquel y bañarnos con Martina, decidimos cambiar de ubicación para intentar ver alguna tortuga. Si el coral y los peces de colores se pueden ver en la zona izquierda de la playa, según se mira hacia Alona, para poder divisar las tortugas es necesario irse al lado opuesto de la playa, justo a la derecha. En esta zona no se ven corales, sólo hay arena.
Nos costó un rato localizar alguna tortuga, hasta que cuando ya estábamos a punto de tirar la toalla, adivinamos en el fondo marino la silueta de una enrome tortuga que descansaba allí plácidamente. Medía más de un metro seguro. Martina, que nadaba en esos momentos justo encima, me miraba apenada por no atreverse a meter la cabeza debajo del agua para verla. Nosotros estuvimos un buen rato contemplándola excitados, hasta que tuvo a bien salir zumbando en busca de algún lugar más tranquilo donde continuar descansando lejos de nuestras miradas indiscretas.
Por suerte, pronto la encontramos sustituto, en este caso un ejemplar considerablemente más pequeño y ágil, con la que estuvimos un buen rato nadando en paralelo.
Habíamos quedado a las 13:00 horas con los barqueros, y ya llegamos tarde, así que, con gran pena, tuvimos que salir del agua, no sin antes cruzarnos con otro ejemplar.
La Virgin Island
De vuelta al barco, y a pesar de que teníamos pactado ir a la Virgin Island, el patrón pone rumbo hacia Alona. Se conoce que nos les ha gustado que no contratáramos a sus amigos los barqueros, y como represalia pretenden dejarnos sin la visita. Pronto caemos en la jugada, y les decimos que no se olviden que tenemos que ver antes la Virgin Island. Como tampoco quieren discutir, se excusan por su falta de memoria, y ponen rumbo a la isla.
Se trata de una lengua de arena en medio del mar que sólo es visible cuando baja la marea. Tenemos suerte, y justo cuando llegamos la marea esta muy baja, y la lengua se aprecia en toda su longitud.
Una vez allí, nos deshacemos de los vendedores de pulseras y corales que allí nos esperan para ofrecernos sus productos, y nos dedicamos a pasear por la lengua de arena y darnos unos baños. El lugar es ciertamente espectacular, más a esas horas en las que estamos prácticamente solos. El agua no cubre y es absolutamente cristalina.
Tras la bonita visita, ponemos rumbo definitivamente hacia la playa de Danao, donde nos despedimos del patrón y su ayudante. Les pagamos lo acordado, y se conoce que esperaban propina, pues nos pusieron muy mala cara cuando comprobaron que no había ningún extra. Se habían limitado a cumplir con lo acordado, a regañadientes y después de haberles tenido que recordar que faltaba la Virgin Island. Como para darles encima propina.
El triciclo desde la playa de Danao hasta Alona nos cuesta 100 P. Pero a esas horas no hay muchas alternativas para andar regateando.
En el hotel ya tienen preparada nuestra ropa perfectamente limpia y doblada (240 P por 6 Kilos de ropa). Eso si que es lujo asiático. Descansamos un rato en la piscina del hotel y salimos a cenar. Aunque no nos gusta repetir, terminamos en el Farmville, y es que se cena tan bien allí que vemos muy difícil encontrar algo mejor con el que el culminar un día espectacular.