Día 8.- Kioto: Kinkaku-Ji (Pabellon de oro), Ryoan-Ji (Jardín de Piedra), Kiyomizu-dera y Gion
Hoy nos esperaba un largo día de visitas por algunas de las atracciones más típicas de la ciudad de Kioto, como el Pabellón de oro y el Jardín de Piedra de Ryoan-Ji.
Lo primero que hicimos ese día fue acudir a la recepción del hotel para hacernos con un plano de autobuses de la ciudad y compra un pase de día de autobús (500 JPY), pues en Kioto es el medio de transporte más cómodo y efectivo para recorrer la ciudad y visitar sus dispersas atracciones turísticas.
Los autobuses pasan con mucha frecuencia, y los que recorren sitios turísticos están adaptados para llevar el carrito de paseo y maletas.
Nos llama la atención que el conductor va avisando de viva voz cada una de las paradas, por si no fuera suficiente con el monitor que hay en la cabecera, y sobre todo, que se despide amablemente de cada viajero al bajarse.
Para pagar, bien pasas la tarjeta de pase diario por un lector, bien echas el precio del billete (230 JPY) en monedas en una máquina que automáticamente comprueba el importe y te devuelve en su caso el cambio.
Templo de Kinkaku-Ji (Pabellón de Oro)
Nuestra primera visita del día fue el Templo de Kinkaku-Ji (Pabellón de Oro) (400 JPY), una de las imágenes más famosas de Japón.
En realidad, más que un templo, el recinto fue pensado como lugar de descanso de retirado Shogun Ashikaga Yoshimitsu (1358-1409). El famoso pabellón cubierto de pan de oro, sirve en realidad como almacén de reliquias sagradas.
Como ya nos pasara con el templo Sensoji de Tokio, en el Templo de Oro todo parece pensado para tomar una instantánea perfecta del lugar que favorece incluso la realidad.
La modesta entrada al recinto hace que te encuentres de bruces con la vista del famosísimo Pabellón de Oro reflejado sobre el estanque artificial, estratégicamente colocado delante y rodeado de unos jardines japoneses perfectamente moldeados de la mano del hombre.
El impacto visual es importante, y no se puede negar la indudable belleza paisajística de la estampa, pero más allá de la primera impresión, hay que decir que el pabellón no deja de ser una obra arquitectónica menor de reciente reconstrucción (1955, año en que se reconstruyó por completo y sus dos plantas superiores se cubrieron con el pan de oro).
En algún sitio leí que este Templo de Kinkaku-Ji era comparable al Taj Majal, pero me imagino que únicamente en cuanto al efecto buscado de que el monumento refleje en el agua del estanque para darle mayor grandiosidad y volumen, cualquier otra similitud se me antoja pretenciosa, pues sin desmerecer la belleza de Kinkaku-Ji, el Taj Mahal son palabras mayores en todos los sentidos.
Templo de Ryoan-Ji y su famoso Jaardín de Piedra
Aprovechando que está muy próximo (una parada en autobús), y que es otra de las atracciones más famosas de Kioto, nos acercamos al Templo Ryoan-Ji (500 JPY), también conocido como el Jardín de Piedra o Jardín de Rocas.
Antes de entrar nos encontramos con unos españoles que viajaban con un niño de menos de dos años en silla de paseo, y estuvimos dándonos ánimos mutuos por atrevernos a viajar con los niños desde tan pequeños.
Ryoan-ji es el Jardín Zen de piedras más famoso del mundo. Se trata de un patio de gravilla rastrillada sobre el que hay colocadas estratégicamente 15 rocas, a modo de islas flotando en el mar de grava, sin que desde ningún punto donde se coloque el observador se puedan llegar nunca a ver las 15 rocas al mismo tiempo.
A nosotros el jardín nos dejó algo fríos, original es, e invita a la meditación y a la relajación, pero como sucede con el arte abstracto su belleza depende muy mucho de lo que a cada observador le transmita o sea capaz de captar más allá de lo evidente, por lo que entiendo que para algunos sea una obra maestra, mientras que a otros les deje indiferente.
Templo Kiyomizu-dera
Como queríamos aprovechar al máximo el día, e intentar ver lo más imprescindible de la ciudad, tras dar un paseo por el bonito lago exterior de Ryoan-Ji, nos dispusimos a coger el autobús para cruzar toda la ciudad, desde el Noroeste donde estábamos, al Sudeste, donde se encuentra el Templo de Kiyomizu-dera (300 JPY).
Nada más bajarnos del autobús, entramos en el primer sitio que vimos para comer, que resultó tenía una flamante pata de jamón serrano expuesta, como si de un auténtico trofeo se tratara. Comimos rápido una hambuguesa y un plato combinado, y nos dispusimos a subir las empinadas calles que conducen hasta el templo Kiyomizu (Agua Pura).
Cometimos el error de olvidarnos la mochila portabebés en el hotel, precisamente aquí, el templo junto con el pabellón de plata donde más necesaria es, así que acabamos dejando la silla de paseo candada en una farola y llevando a Martina en brazos durante toda la visita a Kiyomizu. Terminamos molidos.
De las distintas construcciones del templo destaca sobre todas el Hon-do, estructura de madera de 58×27 m, soportado por 139 columnas de madera, que llegan a medir hasta 15 metros de alto, y desde cuya cima saltaban al vacío en su día los japoneses en muestra de su hombría.
También visitamos la fuente que da nombre al templo, aunque pasamos de esperar la cola para hacer el turístico rito de beber de uno de los tres caños de agua que tiene (si se bebe de los tres se atrae a la mala suerte).
Muy concurrido también, y no menos absurdo, nos pareció el Santuario de Jishu donde hay un par de piedras separadas entre sí por unos 20 metros, de forma que se supone que quien consigue llegar de una a otra con los ojos cerrados pronto encuentra el amor.
Tengo que decir que el templo de Kiyomizudera resultó ser una de las decepciones más grandes del viaje, pues se supone que estamos hablando de una de las 21 candidatas a las 7 maravillas del mundo moderno.
No sé si fue porque estaba en su mayor parte en obras de reconstrucción, o porque estaba atestado de gente, pero mes esperaba mucho más que un bonito paraje y unas buenas vistas de del Hon-do con la ciudad de Kioto debajo.
Lo que más me gustó es que a última hora acuden al templo muchos japoneses en peregrinación ataviados con sus kimonos tradicionales.
Paseo por las calles Ninen-zaka y Sannen-zaka
La decepción del templo se vio francamente recompensada con el paseo por los barrios aledaños, una de las cosas que más nos gustaron de Kioto.
Según salimos del templo siguiendo la calle principal cuesta abajo, lo recomendable es girar a la derecha por la primera calle escalonada que te encuentras (Son la calles Ninen-zaka y Sannen-zaka, conocidas como las calles de los tres y dos años respectivamente, pues dice la leyenda que quien tropieza en sus escalinatas tiene asegurados tres o dos años, según el caso, de mala suerte).
Desde allí hay un precioso paseo hasta el Santuario Yakasa- jinja, junto al barrio de Gion, que discurre entre típicas casa de madera, pagodas y santuarios por el que pasean los japonés con sus vestidos tradicionales ofreciendo un ambiente muy auténtico.
Por si faltara algo, a la altura de la antigua Pagoda Yasaka (1440. Es de cinco plantas, una aguja de nueve anillos y 39 m de altura) tuvimos incluso oportunidad de ver una Geisha, bueno, más bien creo que por su juventud era una Maiko (aprendiz de Geisha), aunque nunca llegue a saber exactamente cómo se diferencia a una de otra.
Terminamos el bonito paseo en el Santuario Yakasa- Jinja, al que volveríamos nuestro último día en Kyoto para verlo iluminado con sus farolillos típicos.
Barrio de Gion
Cansados, volvimos al hotel para descansar un poco. Aprovechando que teníamos el pase de bus, y con la idea de dar un paseo y cenar algo, volvimos al barrio de Gion, quizás el más famoso de todos los distritos de Geishas de Kioto.
La verdad es que era ya bastante de noche, y no había nada de ambiente ni en la calle, ni en sus restaurantes, con lo que después de andar un rato decidimos volver a la zona del hotel para busca algo por allí para cenar, no sin antes cruzarnos en la penumbra con, esta vez sí, una Geisha de verdad.
Ya cerca del hotel hicimos un gran descubrimiento, el restaurante familiar Yayoiken que había frente a la parada de bus del hotel resultó ser todo un acierto, pues era muy limpio y económico, la comida era variada y de una calidad muy aceptable, y además contaba con mesas en las que poder sentarse cómodamente uno frente al otro para hablar tranquilamente.
Tenía menú en inglés y máquina en la puerta para elegir la comida y sacar el ticket. Muy cómodo y recomendable.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Cookies estrictamente necesarias
Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.
Si desactivas esta cookie no podremos guardar tus preferencias. Esto significa que cada vez que visites esta web tendrás que activar o desactivar las cookies de nuevo.
Cookies de terceros
Esta web utiliza Google Analytics para recopilar información anónima tal como el número de visitantes del sitio, o las páginas más populares.
Dejar esta cookie activa nos permite mejorar nuestra web.
¡Por favor, activa primero las cookies estrictamente necesarias para que podamos guardar tus preferencias!