Miyajima: Monte Misen, Templo Daisho-in y Santuario Itsukushima.

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Día 11.- Miyajima – Kioto

La experiencia de dormir en futón no resultó tan mala como esperábamos, aunque todo hay que decirlo, donde este un colchón convencional que se quite dormir sobre el tatami.
 
Desayunamos en la cocina del hotel como en casa, junto con un grupo de amigos vascos que salía ese día para Tokio. La verdad es que si la mayor parte de los turistas extranjeros que nos cruzamos en Japón eran españoles, en Miyajima la proporción era aún mayor.
 
 

Subida al Monte Misen

Nuestra primera idea era subir al Monte Misen en teleférico y bajar andando, pero el dueño del hotel nos lo desaconsejó al ir con la niña, y ver que queríamos visitar también el templo Daisho-in y el Santuario de Itsukushima.
 
Desde el hotel hasta el teleférico no hay más de 20 minutos de un paseo agradable, de subida eso si, por el bosque. Lógicamente para hacer el trayecto con la niña empleamos la mochila portabebés.
 
Al llegar al teleférico nos llevamos una desagradable sorpresa, el billete de ida y vuelta cuesta 1.800 JPY por persona, que barbaridad, menos mal que Martina no paga.
 
El Monte Misen, de 500 metros de altura, es el pico más alto de la Isla de Miyagima, y tradicionalmente ha sido considerado como un lugar sagrado, pues se supone que es el primer lugar de Japón donde se practicó el budismo, razón por la cual está salpicado de pequeños templos budistas.
Subida al Monte Misen Miyajima Treking en Miyajima Monte MIsen

El teleférico sube en dos tramos, bueno realmente se trata de un telecabina en su primer tramo y de un teleférico en el segundo, y no llega hasta la cumbre de la montaña, sino hasta un mirador desde el que hay una caminata de 20 a 30 minutos hasta la cima.

Nosotros nos quedamos en el mirador del teleférico pues, entre la humedad y el calor que hacía, se nos hacía demasiado cuesta arriba subir andando con la niña y tampoco creo que las vistas hubieran sido mucho mejores.

Desde el mirador del Monte Misen se tiene una magnífica panorámica de la isla y el mar interior de Seto Naikai, declarado parque nacional. Estuvimos un buen rato disfrutando del paisaje hasta que el calor se hizo insoportable.
Teleferico Miyajima Monte MisenVista ascension monte MisenVistas alto de Miyajima  

De vuelta al pueblo nos encontramos con una pareja de turistas madrileños con un bebe de un año de edad. Su hija ya tomaba potitos, y nos aseguran que son muy fáciles de encontrar y que a su hija le encantan, a pesar de que su sabor es bien distinto a los españoles.
 
Al igual que nosotros están encantados con la experiencia de viajar con su hija, y si tenían alguna duda al respecto antes de emprender el viaje, nos confirman que durante el mismo se han disipado por completo.
 
 

Templo budista  Daisho-in

Previa parada técnica en el hotel, para dar de desayunar a Martina y refrescarnos un poco, nos dirigimos sin prisa pero sin pausa al Templo Daisho-in.
 
A pesar de que mucha gente no lo visita, pues se limitan al Santuario Itsukushima, el Torii y como mucho subir al Monte Misen, creo que es una visita imprescindible si se va a la isla, pues el templo y el paraje que lo rodean a los pies del Monte Misen son realmente dignos de contemplación.
 
Personalmente Daisho-in fue uno de los templos, sino el que más, me gustó de todos los que vimos en Japón.
templo Daisho-in Miyajimatemplo Daisho-in escultura guia Miyajima
La escalinata de acceso al templo está llena de rodillos de oración con sutras inscritos, igual que los que el año anterior pudimos ver en Nepal.
 
El interior del recinto contiene diversos edificios dispersos, rodeados de jardines y estanques, por el que pululan los monjes budistas con sus característicos hábitos, algunos de los cuales recitan mantras mientras tocan instrumentos musicales.
 
También hay una cueva llena de iconos busdistas iluminados por cientos de lámparas.
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templo Daisho-in templo Daisho-in
 
En los jardines y en el acceso al Templo Daisho-in, hay cientos de estatuas de Jizos con sus peculiares gorros de lana, que le dan un toque gracioso y mágico al conjunto.
Estatuas Jizos Miyajima
Jizos en Miyajima
 

Ya era casi la hora de comer, así que volvimos al hotel a recoger nuestro equipaje, y tras despedirnos de su amabilísimo dueño, nos dispusimos a probar las ostras a la parrilla que sirven en los múltiples tenderetes que hay en la calle principal.

La verdad es que aunque este molusco no nos atrae demasiado, e incluso me da algo de repulsión ver como en España se come crudo con limón, a la parrilla el bicho resulta delicioso.

Probamos también otras especialidades, como una especie de salchichas gratinadas que resultaron ser demasiado grasientas, y unas cuantas galletas típicas de Miyajima de queso, de las que no supimos sacarle la gracia a la mezcla de dulce y salado.
Comiendo ostras en Miyajima

Santuario de Itsukushima

Antes de despedirnos definitivamente de la isla nos acercamos a ver el Santuario de Itsukushima (300 JPY), aprovechando además que la marea estaba alta y da la sensación de flotar sobre el agua.
 
La verdad es que el santuario es bastante más bonito por fuera que por dentro, pues la zona visitable se limita al corredor de madera y techo de paja que une los distintos edificios reservados para los monjes, por lo que creo que es una visita prescindible que más vale disfrutar desde el exterior.
Templo miyajimaUn dia en MiyajimaIsla de MiyajimaTemploTemplo farolillos en Miyajima
 

Ferri y tren de alta velocidad hasta Kioto

De camino al Ferri paramos en varias tiendas en busca de algún souvenir que llevarnos a casa. Al final compramos unas sandalias típicas con suela de madera que tanto le gustan a mi mujer (650 JPY). 
 
Nos hubiéramos quedado más tiempo en la isla pero queríamos intentar ver de vuelta a Kioto el castillo de Himeji, con la mala suerte de que al llegar a la estación de tren de Hiroshima nos percatamos de que el Shinkasen que salía a esa hora no paraba Himeji, y el siguiente, una hora después, no nos iba permitir llegar a la ciudad antes de que anocheciera con lo que no íbamos a poder disfrutar del castillo.
 
Resignados y bastante cansados, volvimos a Kioto acompañados de una japonesa que no paró en todo el trayecto de hacerle monerías a Martina, y acabó pidiéndonos permiso para hacerla una foto, que puso luego como fondo de escritorio de su móvil.
 
Ya en Kioto aprovechamos para descansar y cenar en nuestro restaurante preferido, el Yayoiken, donde ya nos conocían.
 

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