Día 12: Mirissa – Colombo – Male
Conociendo las Playas de Mirissa
Después de dar un paseo por la arena de la playa, dejamos el lugar con pena y partimos dirección a Colombo.
Traslado en coches desde Mirissa hasta Colombo
Manoj se empeñó en llevarnos hasta la autopista atajando por el interior, a través de carreteras secundarias, en lugar de ir hasta Galle y coger allí la autopista de peaje. Aunque nos perdimos un par de veces la idea fue buena, pues pudimos disfrutar por última vez de los verdes paisajes de Sri Lanka.
De camino incluso, nos topamos con una especie de procesión religiosa, donde los monjes budistas iban acompañados de los lugareños, algunos de los cuales tocaban instrumentos musicales.
Como íbamos con tiempo, Manoj nos dio una vuelta por Colombo antes de dejarnos en el aeropuerto. La verdad es que lo que vinos no nos atrajo mucho. Demasiado caos circulatorio, casas destartaladas, y un pequeño centro financiero.
Ya en el aeropuerto, nos despedimos de Manoj, con el que acabamos encantado por su profesionalidad y discreción.
Vuelo hasta Male con MIhin Lanka
El vuelo hasta Male se nos hizo muy corto. La compañía Mihin Lanka, a pesar de ser la Low cost de Sri Lanka Airlines, nos pareció muy correcta. Fue una pena que estuviera nublado y anocheciendo, pues apenas pudimos ver desde el aire los atolones.
Después de pasar el control de pasaportes, procedimos a cambiar dinero, pues en las islas locales, aunque el alojamiento se paga en dólares, el resto de servicios y compras es mejor hacerlos en Rufiyaas. El cambio 1 €= 16,53 Rufiyyas. Hay que guardar el recibo si pretendemos cambiar las rufiyyas que nos sobre por euros antes de emprender el viaje de vuelta a España.
Alojamiento en Male y paseo nocturno por la ciudad
Con el dinero en el bolsillo, salimos a la zona de llegadas en busca del cartel del representante del hotel The Melrose, que en su tarifa incluye la recogida en el aeropuerto y el traslado hasta el hotel.
La verdad, es que llegar a Male desde el aeropuerto no tiene ningún misterio, se trata de coger el único, y perfectamente señalizado, ferry que cruza desde la isla del aeropuerto (Hulhumale), pero siempre se agradece ser recibido en el aeropuerto y despreocuparte de todo.
El problema surgió cuando íbamos a salir del aeropuerto. La lluvia arrecia como pocas veces hemos visto, presagio del mal tiempo que nos aguardaba en Maldivas. Tuvimos que esperar más de media hora hasta que la lluvia bajo de intensidad y se restauró el servicio de ferry.
El traslado en barco hasta Male, de apenas 1 km, y que en un día normal se hace sobre un mar más parecido a una balsa de aceite, se nos hizo eterno. Ya en tierra, el representante del hotel nos cogió un taxi que en poco más de cinco minutos nos dejó en el hotel.
Tras dejar las maletas, cambiarnos la ropa mojada y descansar un rato, salimos del hotel a cenar. La primera impresión que nos llevamos de Male, luego confirmada al día siguiente, fue al de una ciudad musulmana con mucha vida, y tranquila, más si tenemos en cuenta que en poco más de 4 km cuadrados habitan más de 100.000 personas.
Cenamos en el Restaurante Pizza Mía, en el centro de Male, y la verdad es que no estuvo mal. Una pena que Martina estuviera tan cansada aquel día y se cogiera una buena rabieta en el restaurante. La culpa fue nuestra, debíamos habernos quedado en el hotel aquella noche, pues era muy tarde y el viaje nos había dejado a todos agotados.